[OPINIÓN] PANZER PALADIN

Indie y gráficos 8 bits suelen ir de la mano en muchas ocasiones. Es obvio que no es lo más llamativo para la mayoría de la comunidad, pero sí que tiene un grupo reducido de jugadores, muy fiel, que llevan en esto mucho tiempo y les produce un golpe inmediato de nostalgia que les hace aceptarlos con los brazos abiertos.

Panzer Paladin es un juego que toma como referencia, de manera evidente, esos títulos pero que acaba desmarcándose ofreciendo su propio estilo. Un juego de acción 2D que pretende añadir sus propias ideas para sorprender al jugador y amenizar cada partida.

La Tierra atacada por entes demoniacos, otra vez

Armas de todo tipo surcan el cielo aterrizando en diferentes lugares de la Tierra. Pero no vienen solas. Un ejército de demonios comandado por el malvado Ravenous y sus guardianes vienen a eliminar a la humanidad. Para evitar tal desastre una comisión de defensa terrestre juega su última carta: el mecha Paladin pilotado por un ciborg humanoide de nombre Flame.

Sin ser un alarde de originalidad, la historia cumple y da tiempo incluso a pequeños giros de guion salpicados con escenas de vídeo bastante curradas. Ya es mucho más que lo que se solía ver por la época en la que la trama no era más que una pequeña excusa para ponernos en situación y reventar enemigos con un mínimo de argumentos y no sentirnos culpables por las matanzas llevadas a cabo.

Un consejo que se me agradecerá: dejad los textos en inglés porque la traducción al español está a la altura de los últimos juegos de Shantae. Traducciones “made in Google”. Una comparación que nunca te deja en buen lugar.

Homenaje a los 8 bits

Algo queda claro nada más arrancar el juego: Panzer Paladin es un homenaje a los juegos 8 bits. Desde su escena inicial, los colores, la selección de pantalla hasta las propias fases en sí. Todo recuerda a los clásicos de NES en un primer vistazo. Duck Tales, Castlevania, Zelda II, Megaman… referencias más o menos evidentes de las que coge un poquito de cada uno para crear una mezcla que para nada funciona mal. Cada elemento que toma prestado tiene su por qué y lo usa de manera adecuada.

Panzer Paladin se divide en 1 prólogo y 10 fases cada una con su propio jefe final, temática y música “ochobitera” que encaja perfectamente con el país visitado. Fases las cuales se escogen a través de una pantalla de selección que a mí personalmente me recuerda a Street Fighter (me da la sensación que Chun-Li o Sagat pueden aparecer en cualquier momento y esto es culpa en parte de la gente de Hora de Marcianitos) y que una vez terminadas, dan paso a una nueva zona al más puro estilo Laboratorio del Dr. Wily de Megaman, y donde las cosas se pondrán difíciles de verdad y el juego desata todo su potencial. Porque Panzer Paladin no es un juego que destaque por su excesiva dificultad al contrario que sus fuentes de inspiración. No es tan habitual ver esos saltos en los que cualquier golpe te aboca al vacío y una muerte segura o un “respawn” de enemigos frustrante. Es una aventura mucho más ligera pero en la que saber usar cada movimiento del personaje es fundamental para no sufrir demasiado.

En cada nivel partimos de inicio con el mecha, una máquina capaz de dar sopas con ondas a cualquier enemigo. Contamos con varios movimientos para ello: un ataque básico, una estocada hacia arriba (que también sirve como impulso para llegar más lejos), una puñalada hacia abajo que te permite rebotar y encadenar golpes, un esquive para dar un salto hacia atrás y no perder los beneficios del escudo, lanzar el arma equipada hacia adelante, y la habilidad que se podría decir que hace la diferencia, sacrificar el arma para desbloquear su poder oculto. ¿Por qué digo que esta última hace la diferencia? Porque entre esos poderes se encuentran utilidades tan beneficiosas como recuperar vida, eliminar todos los enemigos que se ven en pantalla, alas para poder flotar o mejoras de ataque y defensa. Usándolas en el momento adecuado puede ser la diferencia entre la vida y la muerte; y evitar volver a partir de un checkpoint que no siempre está tan cerca como querríamos.

Porque los checkpoints también hacen uso de la mecánica que hace de Panzer Paladin un juego diferente, que lo caracteriza. Las armas de este juego tienen un recorrido muy corto. A cada ataque se desgastan provocando un crítico si es el último ataque disponible antes de romperse. Se pueden destruir en la base de defensa terrestre a.k.a menú de selección como fuente de energía para mejorar la barra de salud del mecha. Y también se usan como “llave” para desbloquear los checkpoints. Cada vez que nos encontremos con uno, si queremos activarlo, deberemos clavar una de nuestras armas en su base. Pero para tranquilidad de todos, no tendremos escasez de armas en ningún momento. Aparecen casi a cada esquina y si exploramos un poco también ocultas en algunos muros destructible. Y hablo de explorar porque en ocasiones nos tocará bajarnos del mecha, obligados o no, para meteros por recovecos de tamaño reducido.

Y es que en Panzer Paladin manejamos a 2 personajes. El implacable mecha y el débil pero ágil ciborg que lo pilota. Como digo, hay ocasiones en las que decidamos por nuestra propia cuenta bajarnos del mecha para subir por unas escaleras solo accesibles para Flame, la protagonista real del juego, en las que al otro lado se encuentra un camino alternativo o una plataforma para que el mecha recupere su energía. Energía que se agradece muy mucho para llegar al jefe final de cada nivel. Ya que en caso de perder todo el “combustible” del mecha, no nos queda otra que bajar de la armadura, esta vez sí de manera forzada, y usar el látigo de nuestra pequeña amiga, que como herramienta para balancearte en varios puntos de las fases está bien, pero como arma no es lo más recomendable. A parte de ser mucho más endeble y con menos posibilidades de fallo. Un par de golpes y caput.

Vuelvo a incidir en que no es un juego difícil a poco que lleves jugando a videojuegos varios años pero hay una buena noticia para los que quieran un reto mayor aunque ya haya un selector de dificultad. Una vez te pasas el juego por primera vez, se desbloquea en el menú principal una aventura alternativa en el que los niveles cambian su estructura, el tipo de enemigos, la colocación de las plataformas… Panzer Paladin se torna en un juego sí que más cercano a las experiencias de los juegos de NES con enemigos puestos a mala idea, zonas resbaladizas en lugares inoportunos, enemigos más fuertes… Todo preparado para hacernos sufrir y disfrutar a partes iguales. Aunque no todo el mundo esté preparado para ello o no tenga ganas. Pero para eso ahí está la campaña inicial. Todo el mundo tiene la oportunidad de jugar como quiera y de acuerdo a sus gustos y necesidades.

Panzer Paladin es una oda a los videojuegos clásicos de 8 bits. Quizás no llegue a colocarse a la altura de Shovel Knight pero tampoco se queda muy lejos. Está claro que no es para todo el mundo. Ya solo por la música y diseño gráfico más de uno puede rechazarlo. Pero la actualización de la jugabilidad de esos títulos clásicos más la mecánica de la ruptura de armas es una idea fresca que merece su atención. Además, hay un editor gráfico de armas para que todo aquel que quiera pueda compartir sus creaciones con la comunidad. Para los que crecimos con este tipo de juegos es sin duda un juego muy recomendable al que echarle el guante y disfrutar de sus jefes, de su música y de su genial tramo final.

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